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RINCONES DE ESPAÑA













                                                                                  La Violeta


                                                                                  Los caramelos de violeta que habi-
                                                                                  tan en este lugar, con su inconfun-
                                                                                  dible  forma  y  color,  nacen  en  1915,
                                                                                  de la mano de Mariano Gil Temiño,
                                                                                  miembro de una larga dinastía de
                                                                                  pasteleros, quien decidió abrir su
                                                                                  propio negocio en un local que había
                                                                                  pertenecido a su padre, situado en
                                                                                  la encantadora plaza de Canalejas,
                                                                                  donde aún se encuentra.



















            El propósito de Mariano era innovar sin abandonar la tra-  La Violeta, situada en el cruce de caminos hacia lugares
            dición familiar y generar su propia línea de negocio. Por   emblemáticos de Madrid, como los Jerónimos, el paseo del
            ello, junto con su esposa Pilar, se inspiró en las tradicio-  Prado, Lardy, las Cortes o El Ateneo, pronto se convirtió en
            nales vendedoras de flores que transitaban por las calles   un lugar de encuentro de la sociedad madrileña. Clientes
            aledañas a su local, para crear la fórmula que daría vida a   habituales de este establecimiento fueron personajes tan
            unas violetas imperecederas que no se marchitaran con   reconocidos como Echegaray y, sobre todo, el propio rey
            el paso de los días y que se pudieran regalar como símbo-  Alfonso XIII, quien compraba o hacía comprar, cotidia-
            lo de un amor tan eterno como la persistencia de su sabor   namente, en La Violeta, dulces para su esposa, la reina
            y su perfume.                                       Victoria Eugenia y, de forma “equitativa”, también para su
                                                                amante Carmen Ruiz.
            Para vender  estos preciosos caramelos  florales  y crear
            una  clara distancia  con el  tradicional  negocio  familiar   En épocas más recientes, cuenta la tradición (o el chisme)
            enfocado en la pastelería, modificaron el nombre del local   que la presidenta de Nicaragua, Violeta Chamorro, fasci-
            que habían adquirido a la familia de Mariano, denomina-  nada por el olor y sabor de estos dulces que le recordaban a
            do El Postre, que pasó a llamarse, como no podía ser de   una ciudad a la que amaba, y también con la coincidencia
            otra manera, La Violeta. En este mágico lugar, los nuevos   entre su nombre y el de los inolvidables dulces, hacía fre-
            dulces se exhiben en selectos envases de cristal o porcela-  cuentes encargos a la confitería madrileña para entregar-
            na, tan preciosos y delicados como los cautivadores teso-  los como recuerdo a sus visitantes ilustres.
            ros que contienen.


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